domingo, 9 de enero de 2011

Los Solsticios


Autor: Andres Armas Carrazana MM.·.


Las culturas antiguas tenían particular respeto y dedicación a la astronomía y de manera especial al Sol, a cuyo estudio y ofrenda dedicaron gran cantidad de sus templos. Por ello se les daba a los solsticios especial atención, puesto que son precisamente los momentos del año cuando el sol llega a sus puntos más lejanos de oscilación entre el Sur y el Norte, en junio (Cáncer) y diciembre (Capricornio); es decir, en el momento que en el Astro Rey tiene su máxima declinación meridional (al sur) o septentrional (al norte), aparentando detenerse (de ahí el termino latino Sol–Stitium) para iniciar su camino pendular de regreso hacia el otro extremo.

Astronómicamente, el solsticio es el punto de la elíptica o ruta del sol en que este logra su máxima declinación norte o sur, alcanzando al mismo tiempo determinada colocación en el zodiaco. Cuando el Sol alcanza su máxima declinación norte, se dice que entra en el Trópico de Cáncer; cuando el Sol alcanza su máxima declinación sur, se dice entra en el Trópico de Capricornio.

Los solsticios son dos. El primero tiene efecto del 21 al 22 de junio, y es llamado Solsticio de verano para el hemisferio norte, y de invierno para el hemisferio sur; el segundo, que tiene efecto del 21 al 22 de diciembre, es llamado solsticio de invierno para el hemisferio norte, y de verano para el hemisferio sur.

Ambos solsticios acaecen en puntos críticos de la elíptica, es decir, puntos donde el sol necesariamente ha de cambiar la dirección de sus movimientos. Este giro o cambio de dirección de movimientos del sol fue observado por las comunidades de pastores y de agricultores. Cabe mencionar que la elíptica es el círculo máximo de la esfera terrestre que corta al ecuador con una inclinación de 23° y 27 minutos, y señala el curso o ruta aparente del sol durante el año, ruta que es en realidad un efecto producido por el movimiento de la tierra al recorrer su órbita.

Los antiguos creían que el cielo tenía muchas “puertas”, pero sobre todo dos principales: una al norte, y la otra al sur. Ambas “puertas” servían como limite al sol durante su curso al llegar a los Trópicos de Capricornio o de Cáncer. La celebración del solsticio de invierno tiene su origen en Oriente, para cuyos habitantes la llegada del astro rey a la “puerta del cielo” era señal de tocar a su término la mala estación, las largas noches y las tinieblas, estando la vida asegurada a todo lo creado porque el sol, Osiris, había vencido a Astaroth, el invierno, genio del mal, e iba a reinar en este mundo.

Los antiguos romanos consagraban las fechas de los solsticios al dios Janus, el de las dos caras que simbolizaban el pasado y el porvenir. Se dice que la palabra Janus deriva del latín “Jauna”, que significa “Puerta de entrada”.

Desde las épocas más remotas y prácticamente en todas las civilizaciones se han festejado las fechas en que se presentan los solsticios: en Roma, se dedicaban al Dios JANO, representativo del Sol, quien presidía los comienzos, las iniciaciones (en latín INITIUM, INITIARE) y en particular el ingreso del Sol en los dos hemisferios celestes. El mito de Jano aparece en las tradiciones gnóstica e iniciática de la más remota antigüedad, erigiéndose en uno de los símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Para entender la trascendencia de la adopción de este mito en la Francmasonería, hay que tener presente que el mito solar, modelo a escala de la magna dinámica del Logos en el Universo, es uno alrededor de los cuales gira integralmente la estructura simbólica masónica.

Esta tradición de las “puertas del cielo” se asocian al Templo, el cual es considerado la imagen del mundo o “caverna cósmica”, y por lo tanto debe tener dos puertas, visibles o invisibles, opuestas, relacionadas con las dos puertas zodiacales o puertas solsticiales, una de las cuales servirá de entrada y otra de salida. A estas puertas solsticiales, explícitas en la mayoría de las tradiciones, se les atribuye una importancia simbólica considerable. A la puerta de entrada se le designa con el nombre de “puerta de los hombres”, por donde entran los que van a iniciarse en los “misterios menores” o “pequeños misterios”, como simples profanos, debido a que aun no han sobrepasado el estado humano.

La segunda puerta o puerta de salida, es denominada “puerta de los dioses”; por ella pasan solamente los seres que tienen acceso a los estados supraindividuales.
Situándonos en el hemisferio sur, la primera de las puertas zodiacales corresponde al Solsticio de verano que, como antes se ha mencionado, se halla relacionada con el signo zodiacal de Cáncer; la segunda de las puertas zodiacales corresponde al Solsticio de invierno, relacionado con el signo de Capricornio. La puerta de Cáncer o del solsticio de verano es una puerta de entrada y salida, mientras que la otra, la del solsticio de invierno o puerta de Capricornio, es de salida definitiva.  

Si se quisiera establecer relaciones con la iniciación, la puerta de Capricornio representa la meta final del ser que ha entrado por la “puerta de los hombres” y ha logrado su evolución espiritual, saliendo por la “puerta de los dioses.”

Si consideramos al templo como lugar de manifestación del ser, el hombre, según es grado espiritual al que haya llegado, podrá salir por una de las puertas. Si su grado de elevación no lo puede conducir aun a la meta final, saldrá por la “puerta de los hombres” y deberá volver a otro estado de manifestación. En el otro caso, al salir por la “puerta de los dioses”, ya no habrá retorno al mundo manifestado.
La “puerta de los dioses” solo podrá ser una entrada en el caso de un descenso voluntario. Este caso especial se considera como el nacimiento de un Avatar o encarnación de la divinidad, que se considera ocurrido en la época del solsticio de invierno, época que, como sabemos, es la fiesta de navidad en la tradición cristiana (conmemoración del nacimiento de Jesucristo).

En la religión cristiana el nombre de Janus se transformo en Juan. San Juan Bautista es llamado “Trompeta del cielo”, “Heraldo del Salvador”, “Precursor de Jesús que vino a preparar el camino del señor y dar testimonio de su luz resplandeciente”. Era necesario que Juan viniera a predisponer el corazón de los hombres para recibirle. El mundo, que estaba en tinieblas, no hubiera podido resistir la primera y súbita impresión de la luz sin conmoverse, al no estar acostumbrado a la antorcha menos viva que Juan le había mostrado.

La fecha en que se celebra a San Juan Bautista es el 24 de junio, y a San Juan Evangelista el 27 de diciembre, fechas próximas al solsticio de invierno y de verano, respectivamente. Los solsticios, de esta manera, han sido consagrados para mantener la presencia de Juan en nuestras vidas: Juan que anuncia (Juan el bautista) y Juan que da testimonio (Juan el evangelista).

Entre los masones, es costumbre muy antigua celebrar las fiestas de San Juan, costumbre fundada en la tradición. La integridad austera de San Juan Bautista, debida al cumplimiento de sus obligaciones hacia Dios; la firmeza y fidelidad inmutables con que soporto el martirio antes de cometer una falta o traicionar a su maestro; su reprobación constante del vicio, y su continua predicación del arrepentimiento y la virtud, le hicieron merecedor del titulo de protector de la orden masónica. Siendo San Juan Bautista el patrono de la orden, es al mismo tiempo el único, pues el nombre de san Juan Evangelista, celebrado también, fue introducido posteriormente en el siglo XVI.