jueves, 22 de abril de 2010

Experiencias de un recién iniciado

La institución masónica es discreta no secreta, con la finalidad de mostrar al mundo que puede llegar a experimentar un recién iniciado en nuestros augustos misterios, brindamos este articulo o trazado arquitectónico, redactado por un aprendiz recién iniciado de nuestra logia.
Nuestro sueño es mostrar quienes somos, que hacemos y que pensamos; contribuyendo de esta forma a descorrer el velo que otros han colocado.
VM.·. Marino de Armas



Mi Iniciación

Autor: Apr.∙. J.·. F.·. V.·.

Hoy se me ha concedido un sueño largamente acariciado. Hoy os leo mi primera plancha con la intención de expresaros cuáles han sido mis sentimientos y apreciaciones, durante la ceremonia de iniciación en la que me disteis vuestra caballerosa bienvenida.

Quiero comenzar expresando mi deseo de corresponderos a toda la camaradería, cariño y hermandad de la que habéis hecho gala conmigo, aún antes siquiera, de haber ingresado en esta Resp.∙. Log.∙. Añaza. En esto, habéis demostrado que sois Caballeros y, por lo tanto, pasáis a encarnar el ejemplo a seguir en mi andadura que hoy comienza.

Fueron muchos los años que deseé enfrentarme a pecho descubierto y mostrando mi rodilla, a las pruebas que forman el carácter de un Hermano Masón. Peripecias y artes del encuentro que jalonan mi vida pasada y que serán motivo de posteriores trabajos, si así lo considera oportuno mi Vigilante.

Pero hoy quiero contaros cosas que ya sabéis, porque todos los que aquí se hallan, también las vivieron. Aunque quisiera contároslas de otra manera.

Si me lo permitís, os contaré una vieja leyenda de la Tradición que habla de cómo el Hombre se hace Hombre. Dice así:

“Lejos quedaban aquellos tiempos en que Lumaçón hubo de enfrentarse a lo oscuro y dar un salto hacia el abismo ignoto. De niño nunca había destacado por su intrepidez o arrojo. Siempre vio preferible parar y reflexionar, antes que saltar y adaptarse a lo que encontrara.

Fue una infancia segura, pero carente de los verdaderos retos que forjan caracteres como filos de Tizona. Aunque su fértil imaginación y apabullante sensibilidad, compensaron de alguna forma su falta de experiencias.

Así fue hasta que el destino ineludible lo enfrentó a todo aquello que más temía.

Pero esta vez, Lumaçón saltó. Decidió dar el paso que lo precipitaría por el abismo de lo desconocido. Y cayó. Cayó largamente y mientras la oscuridad lo envolvía cada vez más densamente, sólo podía adelantar la dureza del impacto final. Y ocurrió. Tal y como temía el impacto fue brutal y atronador. Todo era silencio. Y paz. ¡Y paz!.

¡Ahora conocía la Paz!. -“Pero, entonces, no he sido destruido en el impacto”- pensó Lumaçón. Y acto seguido sintió una mano cálida y enorme que pesaba sobre su hombro derecho.

“Levanta hijo”, dijo la Voz mientras le incorporaba.

“Porqué me ayudas. No lo merezco”, gritó Lumaçón.

“Me ayudo a mi mismo”-, contestó la Voz, a lo que añadió “Ahora comienza a andar”.

“Pero, ¿hacia dónde debo ir? Todo es oscuridad aquí. Todo es ignorancia a mi alrededor. Todo está vacío”-, contestó Lumaçón desesperado.

“El camino, tú lo has de hacer. La luz, tú la has de prender. La Verdad, tú la has de buscar. Todo es vacío menos tu corazón. Sigue el camino de tu corazón”. Y la Voz cayó. Y nunca más la volvió a escuchar.

Lumaçón empezó a entender y la oscuridad que lo rodeaba comenzó a disiparse.

Encontró que la vida le ofrecía todo lo necesario para ejecutar las tareas que la Voz le había enseñado:

Caminó y caminó. Y en el camino que hizo encontró gentes, lugares, señales y lecciones que colgaban como frutos maduros de los árboles que le hablaban.

Y encendió la Luz que ya nunca volvería a apagarse, pues dentro de su pecho la portaba, a salvo de tormentas y vendavales.

Y buscó la Verdad. Y comprendió que la Verdad se encuentra en su propia búsqueda.

Y en todos esos años se armó de la Fuerza que le permitiera enfrentarse a sus enemigos. Persiguió la Belleza, como reflejo de todo lo que es Divino y erigió a la Sabiduría como Santo Grial al que encomendar su gesta.

Hoy, Lumaçón, sigue caminando en pos de su grial. Pero hoy, camina con sus nuevos hermanos a sus flancos”.

Espero que este relato haya sabido transmitiros mis sentimientos de aquel día en el que se me permitió la entrada al Templo para iniciarme en los augustos misterios.

Sólo me resta expresar mi más profundo agradecimiento al Q.∙.H.∙. Romulus Franco, que me ofreció su mano y sus ojos durante las dificultades de las pruebas. También al Q.∙.H.∙. Maimónides por su Padrinazgo, a todos los Q.∙.Q.∙.H.∙.H.∙. que me recibieron como un hermano mas y finalmente juro cumplir con las tres máximas de esta Respetable Logia Añaza:
“Honor, Fraternidad y Unión”

Es cuanto se ha de decir.